Le pregunte una vez a mi amigo
Ramón, compartiendo el final de una mesa…
-¡Y tu! ¿Cómo comenzaste a
escribir?-
Me recline, sabedor de una
respuesta de los tiempos que aviva el vino.
Acomode mi cuerpo al banco de mi cocina
y me prepare para escuchar la voz del autor del poema “el agua mancha”.
-Amigo Pablo, yo, solo escribo desordenado, para poder seguir teniendo mi
tiempo, lo que no reflejo en unas letras, se pierde en mi memoria.-
Tan solo pude aplaudir, con los
ojos cerrados.
Nos interrumpieron el momento,
las sonrisas que nos hacen saber quien somos.
Me pasa como a Ramón.
ResponderEliminarSi no lo escribo, se pierde, deja de existir para siempre.
Pero últimamente me pasa que no llego a tiempo de escribir lo que mi cabeza escribe en el aire. Aparece un soplo de letras, claro y diáfano, y se difumina en el cielo, o donde se difuminen los pensamientos que vienen y van, desordenados.
Ramón y yo andaríamos mucho más perdidos si no fuera por un lápiz, un trozo de hoja y una cocina para nuestras cosas.
Los demas si que estarimos perdidos si Ramón y tu no encontraseis un lápiz, un trozo de hoja y tiempo de cocina.
Eliminar