Le pregunte una vez a mi amigo
Ramón, compartiendo el final de una mesa…
-¡Y tu! ¿Cómo comenzaste a
escribir?-
Me recline, sabedor de una
respuesta de los tiempos que aviva el vino.
Acomode mi cuerpo al banco de mi cocina
y me prepare para escuchar la voz del autor del poema “el agua mancha”.
-Amigo Pablo, yo, solo escribo desordenado, para poder seguir teniendo mi
tiempo, lo que no reflejo en unas letras, se pierde en mi memoria.-
Tan solo pude aplaudir, con los
ojos cerrados.
Nos interrumpieron el momento,
las sonrisas que nos hacen saber quien somos.